Rupturas


Mi tercer amor me dejó el 31 de diciembre. No quería gastar ni un solo beso más para el año siguiente. Al menos en mí. Ni besos, ni amor, después de 7 años lo único que quedó fue un estúpido anillo en mi dedo. Un estúpido anillo de un tío que me lo dio de la forma más cutre. Y mira que lo tenía fácil el imbécil. 
-Toma
-¿Qué es? 
-Ábrelo, por fin tienes tu anillo.

Y yo de tonta me emocioné y hasta le di un beso. 

Pero ese día sabía lo que iba a pasar y por eso lo llevaba guardado en el bolso en la misma caja que lo recibí. No hubo dramas, no es mi estilo y cuando se fue, me acerqué al mar, y lo tiré. El tirarlo no arregló nada porque se quedó flotando el muy imbécil, balanceándose entre las olas como divertido de ser, él también, libre. Sin embargo seguía en mi dedo aunque ya no estuviera, anillada como un pájaro aunque no lo tuviera. Incluso creía verlo. Lo notaba, y con el resto de mis dedos no hacía más que acariciar el hueco cortado que me había quedado. Y cómo dolía. Muchos meses después seguía colocándomelo bien sin darme cuenta, y teniendo miedo de que se me cayera al bañarme o al ponerme crema. Mi pobre dedo incompleto echando de menos a su órgano fantasma. Pasó tiempo hasta que la sensación se me borró por completo. Ahora tengo otro, me lo regalé yo, mi dedo con una prótesis nueva, feliz porque sabe que esa nunca se irá. 

#AurorapostLondres

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