El tercer estante a la izquierda

Era temprano, las calles empezaban a desperezarse al ritmo de las primeras pisadas y la tienda aún estaba vacía. El maestro preparaba los encargos del día cuando la campanilla de la puerta dio la bienvenida al primer comprador, que titubeante, se quedó mirando la mercancía.
Yo por ese entonces vivía en el tercer estante a la izquierda. Hasta ese momento mis servicios habían sido los de muñeco de vudú en práctica pero por cualquier razón el maestro creyó que ya estaba preparado y me vendió a aquel inseguro cliente.
Cruzamos varias calles hasta llegar a mi nuevo hogar, una casa que te podía arrancar la sombra con tan solo mirarla. Una vez dentro, marcó sobre mi piel de tela los puntos donde colocaría las agujas. Al otro lado se encontraba la víctima con quien yo tenía que conectar, y aunque no era necesario tenerla cerca, el efecto siempre era mejor si lo estaba. Cuando el ritual comenzó, los gritos contiguos hicieron de mí un verdadero muñeco de trapo en el que mis sentimientos se descosían con cada pinchazo y mi mente al deseo de volver al tercer estante a la izquierda. 

2 comentarios: